Movido por una poderosa voz interior, aquel joven vivaz, amable y lleno de afecto decidió hacerse religioso. Y, revestido ya del hábito pasionista, en éxtasis, sonrió […]
A medida que la niña hablaba, la fisonomía del hombre iba cambiando: sus rasgos se suavizaban, su mirada se volvía dulce, casi conmovido por semejante inocencia. […]