San Antonio de Padua
13 junio, 2017Corpus Christi
15 junio, 2017
Al conmemorar la solemnidad del Corpus Christi hacemos memoria de aquellas palabras que pronunció Jesús en la Última Cena: «Este es mi Cuerpo… ésta es mi sangre», con las cuales el mismo Jesucristo instituyó la Eucaristía, «fuente y culmen de la vida eclesial» y «compendio y suma de nuestra fe», como lo recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica.
Última Cena e Institución de la Eucaristía, obra de Juan de Juanes – Museo del Prado, Madrid / Foto: Gaudium Press.
A lo largo de los siglos y de la historia del Cristianismo han tenido lugar infinidad de intervenciones prodigiosas de Dios que han permitido confirmar la fe en la presencia real del cuerpo y la sangre de Jesús en la Eucaristía, es decir los Milagros Eucarísticos.
«Los Milagros Eucarísticos tienen por objeto confirmar esta fe que se basa en las palabra de Jesús según las cuales lo que parece pan ya no lo es y lo que parece vino tampoco. De hecho en los Milagros Eucarísticos aparecen la carne y la sangre, o bien una u otra, según el caso. La finalidad de esos milagros es demostrar que no debemos hacer caso a la apariencia externa (pan y vino), sino a la sustancia, a la auténtica realidad de la cosas, que es carne y sangre», explica el Padre Roberto Coggi, O.P.
Presentamos tres de estas intervenciones de Dios que en la historia han confirmado la presencia de Jesús en la Eucaristía. Aunque no incluimos todas, si compartimos algunas de las más representativas:
Bolsena – Orvieto y la institución de la Solemnidad del Corpus Christi
La Carne y la Sangre, que mantienen las condiciones como si el milagro hubiese ocurrido hoy, permanecen visibles en un ostensorio de Plata para la veneración de los fieles / Foto: Gaudium Press.
Entre los Milagros Eucarísticos, el de Bolsena -ciudad Italiana de la región de Umbría contigua a la ciudad de Orvieto- se destaca entre muchos, ya que gracias al prodigio que allí ocurrió fue instituida la Solemnidad del Corpus Christi.
El suceso aconteció en el año 1264 frente a los ojos del Padre Pedro de Praga quien dudaba de la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía. Al celebrar la Santa Misa en la Iglesia de Santa Cristina ocurrió el hecho prodigioso: la Sagrada Hostia se transformó en Carne, comenzó a sangrar y manchó el corporal.
La noticia llegó muy pronto al Papa Urbano IV quien mediante la bula «Transiturus» decidió extender a toda la Iglesia Universal la fiesta del Corpus Domini, que hasta entonces se celebraba en la diócesis de Liegi, encargándole a Santo Tomás la creación de la liturgia para la solemnidad. Desde entonces Corpus Christi se conmemora cada año el jueves o domingo posterior a la solemnidad de la Santísima Trinidad.
El Corporal del milagro permanece hoy para la veneración de los fieles en la Catedral de Orvieto.
Lanciano y la duda del monje sacerdote
La Carne y la Sangre, que mantienen las condiciones como si el milagro hubiese ocurrido hoy, permanecen visibles en un ostensorio de Plata para la veneración de los fieles / Foto: Gaudium Press.
El Milagro Eucarístico de Lanciano, ciudad medieval de Italia, ocurrió varios siglos atrás, en el 750 dC, mucho antes de que se instituyera la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo. Los hechos tuvieron lugar cuando un monje sacerdote -quien dudaba de la presencia real del Cuerpo de Jesús en la Hostia Consagrada- celebraba la Misa y pronunciaba las palabras de la Consagración, en ese momento vio como la Hostia se convertía en Carne, y el vino en Sangre.
«¡Oh, afortunados testigos a quienes el Santísimo Dios, para destruir mi falta de fe, ha querido revelárseles El mismo en este Bendito Sacramento y hacerse visible ante nuestros ojos! Vengan, hermanos y maravíllense ante nuestro Dios tan cerca de nosotros. Contemplen la Carne y la Sangre de Nuestro Amado Cristo», dijo el sacerdote a sus fieles.
La Carne y la Sangre, que mantienen las condiciones como si el milagro hubiese ocurrido hoy, permanecen visibles en un ostensorio de Plata para la veneración de los fieles.
Roma: la huella grabada de la Sagrada Hostia
En el año 1610 Roma fue testigo de otro Milagro Eucarístico. Todo ocurrió en la Capilla Caetani en la iglesia de Santa Prudenziana, cuando un sacerdote -también con fuertes dudas sobre la presencia de Jesucristo en la Eucaristía-, deja caer accidentalmente la Hostia mientras celebraba la Eucaristía. La Hostia rodó por el suelo de mármol dejando una huella de sangre. Quien visite hoy este templo podrá apreciar en las gradas del altar de la Capilla la mancha que dejo la Sagrada Hostia.
Con información de miracolieucaristici.org.